Reign in Blood: El rugido definitivo de Slayer
El 7 de octubre de 1986 marcó un antes y un después en la historia del thrash metal. Aquel día, Slayer desató su tercer álbum de estudio, Reign in Blood, el primero editado bajo el respaldo de una discográfica internacional. Con apenas 29 minutos de duración, el disco redefinió la brutalidad sonora del género y consolidó a la banda como una fuerza imparable dentro de la escena metálica.
La producción estuvo a cargo de Rick Rubin, un nombre que comenzaba a resonar con fuerza y que resultó decisivo en la evolución del sonido de Slayer. Rubin aportó una claridad y contundencia inéditas, dándole a cada riff y a cada golpe de batería un filo quirúrgico que potenció el caos organizado del grupo.
Desde el primer al último tema, Reign in Blood es una descarga de velocidad, furia y precisión técnica. Su intensidad, acompañada de letras oscuras y desafiantes, llevó al disco a convertirse en una obra de culto, reverenciada por críticos y fanáticos por igual.
Con el tiempo, aquel lanzamiento no solo amplió la base de seguidores de Slayer, sino que también se erigió como un pilar fundamental del thrash metal, influenciando a generaciones enteras de músicos y marcando el estándar de agresividad que muchos intentarían alcanzar.







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