El 28 de agosto de 1993 quedó marcado como una fecha clave en la historia de Iron Maiden. Esa noche, en los legendarios Pinewood Studios de Londres, la banda británica ofreció un concierto singular, transmitido por televisión vía pago y registrado bajo el título Raising Hell.
No se trataba de un show convencional: además de un repertorio cargado de clásicos, la presentación estuvo envuelta en una puesta en escena teatral y oscura, con la participación del ilusionista Simon Drake, que aportó un aire macabro y casi cinematográfico a la velada.
Pero lo que realmente convirtió a Raising Hell en un acontecimiento histórico fue su contexto: fue el último concierto de Iron Maiden con Bruce Dickinson antes de su salida para iniciar su carrera solista. Su partida marcó el fin de una era dorada que había elevado a la banda a la cima del heavy metal mundial.
La ausencia de Dickinson se extendería hasta 1999, cuando regresó junto al guitarrista Adrian Smith, devolviendo a la agrupación a su formación más emblemática.
Raising Hell no solo capturó un show en vivo, sino también el cierre de un ciclo. Un documento que, tres décadas después, sigue siendo testimonio de la fuerza escénica de Iron Maiden y de la despedida de una de las voces más icónicas del género.







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